El 15 de diciembre de 1995, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea emitió una sentencia que tuvo un impacto significativo en la regulación del mercado de transferencias en Europa. El caso involucró a Jean-Marc Bosman, un futbolista belga cuyo contrato expiró en 1990, desencadenando una lucha legal que cuestionaba el sistema existente.

Bosman se vio envuelto en un conflicto con su club, el RFC Liege, cuando rechazó una renovación con una importante reducción salarial. Tras ser listado para transferencia a un club francés de segunda división, USL Dunkerque, se desató un debate que abarcaba tanto los traspasos de jugadores sin contrato como las restricciones por nacionalidad en los equipos europeos.

La sentencia del Tribunal de Justicia estableció que los jugadores sin contrato tenían el derecho de fichar por otro club sin que este compensara a su club original, y prohibió los límites de jugadores comunitarios por equipo. Estos principios redefinieron el panorama del fútbol europeo y los derechos laborales de los futbolistas.

La eliminación de los límites de jugadores comunitarios en los equipos europeos abrió la puerta a una mayor globalización del fútbol en el continente, atrayendo talento internacional y ampliando las oportunidades de mercado. Sin embargo, esta apertura también tuvo repercusiones en otras regiones, como Latinoamérica, donde la fuga de talentos hacia Europa debilitó la competitividad de los clubes locales en torneos internacionales.

Además, esta situación exacerbó la brecha económica entre los clubes europeos y los de otras partes del mundo, consolidando a Europa como un destino atractivo para jugadores, patrocinadores y capital. Los mayores ingresos por derechos televisivos, patrocinios y transferencias han posicionado a los clubes europeos por encima de los de América, Asia y África en términos presupuestarios.